Tus lindos ojuelos me matan de amor.
Ora vagos giren, o párense atentos, o miren exentos, o lánguidos miren,
o injustos se aíren, culpando mi ardor, tus lindos ojuelos me matan de amor.
Si al final del día emulando ardientes, alientan clementes la esperanza mía,
y en su halago fía mi crédulo eror, tus lindos ojuelos me matan de amor.
Si evitan arteros encontrar los míos, sus falsos desvíos me son lisonjeros.
Negándome fieros su dulce favor, tus lindos ojuelos me matan de amor.
Los cierras burlando, y ya no hay amores, sus flechas y ardores tu juego apagando;
Yo entonces temblando clamo en tanto horror: «¡Tus lindos ojuelos me matan de amor!».
Los abres riente, y el Amor renace y en gozar se place de su nuevo oriente,
cantando demente yo al ver su fulgor: «¡Tus lindos ojuelos me matan de amor!».
Tórnalos, te ruego, niña, hacia otro lado, que casi he cegado de mirar su fuego.
¡Ay! tórnalos luego, no con más rigor tus lindos ojuelos me maten de amor.
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