PONER UNA BARDA AL DESEO
Cuando quiero algo, se mueve mi deseo.
El deseo trae de la mano la posesión.
Y la posesión crea compromisos,
y los compromisos atan por dentro
y por fuera.
Si la mano de la vida no nos da
lo que deseamos, somos infelices. Si
nos da lo que deseamos, somos felices,
pero volvemos a desear con más
fuerza.
Pocos son los sabios que saben
detenerse y construir una barda al
deseo. Ellos son los que están
"por encima de la felicidad y de la
infelicidad". Ellos son los que andan
sin caminar y los que fluyen
sin obstáculos. Son como el río,
como las flores, como los pájaros.
¿Acaso desean ellos algo?, y por ello,
¿No lo tienen ya todo?
Del Libro: Así hablaba Quetzacóatl
Tus deseos se convirtieron en una flor.
Dicen que el recorrido del deseo es cíclico y ondular.
Yo prefiero el deseo deseado que el deseo deseante.
Al menos el primero parece que puede durar más.
Y los deseos cuando no se materializan desaparecen.
Y cuando se materializan, también.
Queda la angustia de la búsqueda del nuevo deseo.
Y existe más vida detrás de este deseo mío.
Porque yo sigo leyendote y queriendo transportarte a donde quieres ir.
Porque a veces, me sigues por mis rutas deseadas,
por esperadas caricias inexistentes,
por hallar destino de mis deseos obsesivos,
por encontrarnos mirandonos detrás de nuestros ojos,
por desear rozarnos nuestras manos,
por querer volvernos a ver algún día.
AIGUAMEL