Words
El erotismo y las gaviotas
Ahora pido evidencias, certidumbres.
En mi extraño escenario, pasiones y las aves remotas, surgen paraderos, lugares troncos, idilios, el sol está partido en dos por la avidez, mutaciones y la pescadería donde la muerte brilla con escamas, al borde de la ruta, después de las represas salineras. La mujer del azar se contempla en su espejo, con sensuales bucles, en el oscuro bosque de su amor, flexible y voraz, su cuerpo regido por la luna se alzó sobre el viento y el cielo, lejano como estrellas, pero sólo después vacilaciones, dudas y reproches para una triste crónica donde ríe la mosca en la edad triturada. Reminiscentes caricias flotantes entre adioses hacen temblar las cosas con un ardor irónico. ¿Pero entonces tampoco existió el fuego, el mundo relatado por una voz querida? Parejos amantes, a ciegas en la ira y el esplendor del tiempo, el mozo del hotel recogió las maletas, de ciudad en ciudad, de idioma en idioma, en medio de rostros movedizos. Al despertar aparecía el fantasma; sonriente, con senos de una melosa consistencia, con dientes brillantes, insistente y perfumado en la cálida atmósfera, se tendía en la playa con languidez, hablaba de las pequeñas cosas del día, volando en torno a mi alma con la luz de los mares, (con el sabor del whisky, hacia el cuerpo del hombre. ¿No hay un guijarro entonces, una naranja, un puñado de arena que reclame la herencia sin destino del sueño y el olvido?
Has oído el exaltante chasquido del agua como una boca que rememora de muy lejos, inmensidad y huesos lavados por el sol, brillando y ondulando y salpicando las rocas, un solo instante, un suspiro y las nubes vacías.
Y ahora, por Dios, nada de imprecisiones, el viento, sobre la mesa revientan espumas, los muros no existen, el viento, las gaviotas exhalan su graznido en el pálido extremo del día, ella se esfuma en la terraza con su copa y un lento cigarrillo en los labios, el viento, los rostros son ahora más tensos, desaparecen de golpe, nadie responde, hay un orden extraño, fuera de lugar, el viento, la costa, la noche, zonas espléndidas y asesinas, sólo el viento, el viento con sus garras equívocas.
Enrique Molina
03.11.10 |
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