La velita y su luz.
Gabriela Kast.
Cuando los ángeles anunciaron a los pastores que en el establo de Belén había nacido el rey del mundo, cada uno comenzó a buscar el mejor regalo para llevarle al Niño al pesebre.
Yo, le llevaré una ovejita, pensaba uno.
Yo, le llevaré una botella llena de leche, pensaba el otro.
Yo, le llevare una frazada muy calentita, para que el Niño no pase frío, pensó el tercero.
Pero había un pastorcito muy niño, era muy pobre y no tenía nada que regalar. Muy triste se fue donde las ovejitas en el establo. Buscaba en cada rincón para ver si encontraba algo que regalar. No encontró nada… sólo una vela que prendió para poder buscar mejor. Se agachó por todas partes buscando algo que regalarle al Niño Jesús, pero ¡nada! ¡todo fue inútil! Se sentó en el piso y estaba tan triste que se le caían las lágrimas por sus mejillas.
No se dio cuenta que otro pastorcito había entrado en el establo y se quedó mirando frente a él. Impresionado el niño miró al pastorcito con sus ojos todos llorosos… ¡Pero si yo no tengo nada¡, dijo despacito. El niño se asustó cuando el pastorcito le habló.
- Bueno, le llevaremos al rey del mundo todo tipo de regalos, pero yo creo que tú tienes el regalo más lindo de todos. El pastorcito se rió, y pensó, miren a este niño, tiene en su mano una vela que todo lo ilumina y piensa que no tiene nada. ¡¡¡Gracias a ti, todos veremos al Niño Dios!!! El pequeño pastorcito lo miró y le preguntó: -¿Es que debo regalarle al Niño Dios esta velita? -¡No hay nada más lindo que eso!, contestó el pastorcito suavemente. La luz ilumina, deja ver… El pequeño se levantó, cuidó la llamita de la velita y se puso en camino a Belén. En el cielo una gran estrella iluminaba el camino. Cuando llegaron los pastores a la gruta de Belén, hacía mucho frío y estaba muy oscuro; pero al entrar el pequeño pastorcito con su velita al establo donde estaba el Niño Dios… todo se iluminó y se calentó. Todos pudieron ver a María, a San José y añ Niño en el pesebre.
El establo estaba lleno de animales que acompañaban al Niño Jesús. Un burro, que descansaba después de haber llevado a la Virgen María en tan largo viaje; una vaca con su ternerito que miraban todo plácidamente, muchos conejitos que corrían contentos de un lado para otro; una gallina con ocho pollitos miraba con atención a la Virgen María y a su niño en brazos. Los animales ya se habían acostumbrado a los visitantes. Es más, los cuidaban como si siempre hubiesen vivido en el establo
El Ángel de los Niños
| | | | | | | | |