EL CUENTO DE LAS VERDADES.
Una vez un hombre en su descanso se imaginó qué pudo haber más allá del horizonte, más allá de las altas montañas, más allá del cielo, más allá del agua y del desierto.
“Una vez un hombre en su descanso se imaginó qué pudo haber más allá del horizonte, más allá de las altas montañas, más allá del cielo, más allá del agua y del desierto.
Y el hombre buscó verdades claras más allá del horizonte, más allá del cielo, del agua, del desierto y las montañas.
El hombre curioso e ingenuo quiso ser montaña, pico de lava y nieve que estuviera siempre por encima del agua y del desierto, de los animales, las plantas y sus semejantes. El hombre que fue montaña sólo encontró horizonte, el desierto, las aguas y el cielo con sus astros. Y la tierra, que vio su osadía, gritó de rabia y abrió su boca. El hombre que se hizo montaña fue tragado por la tierra y escupido en forma de lava. El hombre, que ahora está petrificado, lloró su pecado y la lava se hizo carne y sentimiento.
El hombre respiró de alivio, pero su duda siguió en el horizonte. Esta vez el hombre se acercó al desierto y vio nada en lo lejano. No hay camino, no hay sendero, no hay voces, ni aves, ni vida en movimiento.
El hombre caminó el desierto para buscar sus verdades más allá del horizonte. Y el desierto, que vio su osadía, agitó su ira y salpicó la arena. Y las huellas del hombre del desierto se borraron para ser dunas, meros adornos del paisaje. El hombre del desierto ya no tenía camino, ya no tenía sentido.
Perdió su rumbo, perdió su pasado y lloró desconsolado por un nuevo camino. Y las gotas de su llanto sembraron agua en el desierto, y salió una rosa, una flor con las voces escondidas del desierto. Y el viento sopló de nuevo rompiendo a la rosa en pétalos multicolores; pétalos que señalaban un nuevo camino para el hombre del desierto.
Y el hombre del desierto siguió a los pétalos de rosa que volaban con su rumbo. El hombre volvió a casa.
Pero el hombre siguió con su duda y su horizonte. Esta vez era el agua, las olas, las aves y los peces que nadaban. Y quiso el hombre flotar más allá de las aguas conocidas, más allá de las costas, del desierto y las montañas.
El hombre del agua salada desarrolló su ingenio; inventó cosas, observó la naturaleza y creó la nave. Y con su nave, sus velas, su timón y las estrellas, el hombre del agua salada emprendió su empresa. Feliz viajaba entre olas y vientos suaves hasta que nubes grises, que venían del horizonte, llovieron su enfado en forma de meteoros de agua, truenos y destellos de magnífica potencia.
La nave rompió su quilla, el mástil de la vela cayó, y el hombre del agua salada se vació en el mar de agua profunda. Sin saber nadar, hundido en la desesperación, reconoció sus límites y reconoció la moral como única salvación. Y el mar le devolvió un trozo de su nave, porque aprendió de sus profundidades lo posible y lo imposible, lo bueno y lo malo. Y las olas del mar suavizaron su rencor; sus ondas fueron suaves y ligeras. El hombre del agua salada conoció la sinfonía de lo que mojaba y con su orgullo controlado llegó a la playa. Cansado de tantos sobresaltos, errores y ensayos, el hombre volvió a descansar sobre la arena; pero lejos del desierto, las montañas y la tormenta del océano. Tumbado con ojos hacia arriba, el hombre contempló su cielo con estrellas y planetas. Y quiso buscar verdades más allá del infinito, más allá de lo que él mismo podía tocar con su mirada.
Saltó desde una piedra, a lo más alto, buscando tocar aquella estrella; pero cayó y tragó arena. Miró con detalle la frialdad de la noche eterna y encontró maravillas para sus ojos que afloraron sentimientos.
El hombre del cielo sintió cosquillas; un espasmo de intelecto y sentimiento que jamás antes había vivido. Y lloró el hombre del cielo gotas que dibujaron corazones hasta que comprendió, en su humilde tristeza, que la verdad no era extraña y estaba tan ajena. Que mirando los corazones desde dentro se aprendía esa verdad eterna.
Es el amor a las personas, la compasión por los corazones; los mejores sentimientos y verdades que van ¡desde dentro hacia afuera!”
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Es el amor a las personas, la compasión por los corazones; los mejores sentimientos y verdades que van ¡desde dentro hacia afuera!”
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