Angel
Carta del don
La carta, la jadeante, me acuclilló en el charco rosicler del corazón.
La carta se humedece las manos, sacude de mi frente el lebrel de la agonía.
Yo te bendigo, dice y hunde su lengua de papel entre mis belfos helados.
Me vuelca sobre el suelo, sudorosa y sopla con letras negras: yo te bendigo,
brindo por este vaso de tu preñez. La carta dice cosas a mi cuerpo y es como un beso largo que me incita a llorar.
Recompone su corona de hierbas. Hunde su dedo índice en mi vientre de paño, donde mi embrión refulge como el grano de la luz.
La carta se marcha como los dioses griegos.
Deja tirada a una mujer a merced de los lobos dorados de su dicha sin saber si cantar, si romper en el aire el rosetón de vidrio de su risa. Está propensa al llanto.
La carta deja tirada a una mujer que lame su péndulo de luces contra la oscuridad.
Ana Istarú
04.03.11
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