No es que muera de amor.
Muero de ti amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma de ti y de mi boca y de lo insoportable que yo soy, sin ti.
Muero de ti y de mi, muero de ambos, de nosotros, de ese desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos, morimos en mi cuarto en que estoy solo, en mi cama en que faltas, en la calle donde mi brazo va vacío, en el cine y los parque, los tranvías, los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te se como yo mismo.
Morimos en el sitio que el he prestado al aire para que estés fuera de mi, en el lugar en el que el aire se acaba cuando te hecho mi piel encima, y nos conocemos en nosotros separados del mundo, dichosa penetrada y cierto interminable. Morimos lo sabemos, lo ignoran, nos morimos entre los dos, ahora, separados del uno al otro diariamente, creyéndonos en múltiples estatuas en gestos que no vemos, en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos amor, muero en tu vientre que no muerdo ni beso, en tus muslos dulcísimos y vivos, en tu carne sin fin, muero de mascaras, de triángulos obscuros e incesantes, me muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, de nuestra muerte amor, muero, morimos, en el poso de amor a todas horas, inconsolable a gritos, dentro de mi quiero decir te llamo, te llaman los que nacen, los que vienen, de atrás, de ti, los que a ti llegan, nos morimos amor y nada hacemos sin morirnos más, hora tras hora y escribirnos y hablarnos y morirnos.
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