del más sólido ladrillo
al que ambos lo construyen,
un tabique cada día,
con esfuerzo y armonía,
con argamasa de besos,
de confianza y comprensión,
de fuego en el corazón,
paciencia y sana alegría;
en la diaria sinfonía
de la más dulce pasión.
Es el amor un camino
abierto a brazo partido
entre peñas y maleza,
labrando un mutuo destino
con ánimo decidido
e inquebrantable entereza.
Haciendo a un lado las piedras
de mezquina intolerancia
y pavimentando los años
en la senda compartida;
desterrando las espinas
con mil caricias divinas
y el alma de amor rendida.
Es el amor como un nido
tejido de sacrificios,
entrega y abnegación;
firmemente sostenido
contra los airados vientos
de la envidia y contratiempos,
entre las ramas del árbol
robusto de la ilusión.
Es el amor como flama
de un fuego que no se extingue,
de intensa renovación
que sobre ambos se derrama,
se prolonga y se distingue
por la tenaz permanencia
de la mutua complacencia,
en una eterna adoración.