Las deshojadas rosas de mi vida
que un otoño temprano me agostará
te las traigo y las pongo sobre el ara,
que aún hay dolor de rosas en mi herida.
Pétalos sueltos de una flor perdida
que se refrescan en el alba clara
y me llenan el alma de una rara
sensación de dulzura dolorida.
A tí, agua de amor sabrosa y pura,
y a mi, terreno triste y resecado,
nos une este misterio en pleno día:
En tu luz se consume mi negrura
y rebrota el rosal de tu costado
en los eriales de mi tierra fría.
José María Souvirón