Siendo una gota de agua recién caída, sentí
como me filtraba entre las rocas de la cima de
la alta montaña a la que fui a caer, junto
con otras gotas me fui filtrando suave y agradablemente,
hasta llegar a formar parte de un río subterráneo.
Me tenía emocionada sentir la velocidad y la fuerza
con la que discurríamos por las entrañas de la montaña.
De repente, una gran claridad y un ensordecedor
sonido, nos notificaba que dejábamos de ser un río
subterráneo para pasar a ser una gran cascada.
Yo estaba que me salía de mí, nunca antes había
tenido la oportunidad de sentir una caída libre y allá iba
¡Aaaaaaah! La sensación de la gran caída,
el remolino que formamos entre todas al caer y
la vuelta a fluir por el río, fue una de las
experiencias más divertidas que se puedan tener.
Volvía a ser parte de un río, pero esta vez sintiendo
el calor del sol, la caricia de la brisa y la compañía
de peces, aves e insectos.
No puede haber mayor alegría que este apasionante
viaje. La velocidad fue remitiendo, pasábamos a ser parte de una ría.
En un suave maceo debido al influjo de la luna,
llegamos a pertenecer al mar.
Sentía su inmensidad, su plenitud y su poder.
Al llegar al mar me percaté de que todas las
gotas no habían podido disfrutar de la experiencia
de ser una gota, puesto que no fueron conscientes
de las cualidades que poseían y viajaron con temor.
Intentando agarrarse desesperadamente a las rocas,
sufriendo en la caída por temor a romperse,
escondiéndose de los peces porque los temían y
ahora a la mira hacia atrás, lamentaban no haberse divertido.
¿Pero qué sucede? Ja,Ja,Ja. La diversión continua,
estamos siendo evaporados por el calor del sol y
creamos esponjosas nubes que son mecidas por el
viento, creando formas caprichosas.
Algún día volveremos a caer ¡Guau! esa caída sí
que tiene que ser la repera.
Y todo volverá a empezar. Llegará el día en el
que todas las gotas disfrutaremos del viaje,
estoy segura de ello. Adiós y divertiros.