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En el Evangelio de ayer Juan el Bautista presenta a Jesús como el Cordero que quita los pecados del mundo, lo pone de manifiesto ante los nuevos discípulos.
Esos pecados son todas las injusticias, la explotación, especulación, opresión, egoísmo, ambición... que dan como resultado la situación inhumana e insostenible de una tercera parte de la humanidad que sobrevive con dificultad o muere de hambre cada día.
Por lo tanto, seguir a Jesús es comprometerse en la lucha y el esfuerzo por quitar el pecado del mundo, es decir: liberar, con solidaridad y compasión, de todo lo que destruye la libertad, la dignidad, la convivencia y la felicidad de las personas. Lo que hizo Jesús.
Recordemos y vivamos lo que cantábamos en el salmo de la misa de ayer: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”