No fue el destino ni la casualidad.
No estuvo involucrado el azar ni estaba escrito.
Hubieron dos almas en la eternidad,
dos almas repletas de nobleza,
de amor, dos almas celestiales
que lloraban nuestras soledades.
Nuestro encuentro tuvo luz, no fue un simple devenir.
No fuimos un hallazgo fortuito.
Fuimos el deseo de dos almas puras
que engendraban amor para obsequiarnos su fruto, ese fruto que hoy disfrutamos
en un tiempo de sosiego,
donde los vendavales quedaron atrás,
donde no existe la banalidad
y el beso nace del corazón.
Tuvo que ser Dios el que concediera la venia
a esas dos almas para que tu y yo
calzáramos ilusiones nuevas
y las soledades quedaran en la lejanía de un mal recuerdo,
para que se nos permitiera alcanzar la gloria del amor que con broche de oro ha cerrado la puerta del dolor y la tristeza, desterrando de nuestras vidas la oscura soledad.
Gracias a Dios, a nuestros Ángeles nos conocimos y aquí estamos frente a este inmenso amor, en este hermoso dia.