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Jesús es para los cristianos “la mano que Dios tiende” a todo ser humano necesitado de fuerza, apoyo, compañía y protección. Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe servir, no ser servido.
Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una familia que piensa solo en sus propios miembros y vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El relato del Evangelio de hoy dice que, ese mismo día, «al ponerse el sol», cuando ha terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos y poseídos por algún mal. Los cristianos hemos de grabar bien la escena. Al llegar la oscuridad de la noche, la población entera con sus enfermos «se agolpa a la puerta». Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la puerta de esa casa donde está Jesús. La Iglesia solo atrae de verdad cuando la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús curando la vida y aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo. No lo olvidemos.