Sentado meditando en el silencio del atardecer, mientras miles de preguntas invadían mi mente, una luz brillante iluminó como por arte de magia mi ser, acercándose lentamente hacia mí, de pronto sentí en mi pecho los latidos de mi corazón, aquellos que en el ensordecedor silencio, apenas se escuchaban y que con cada paso de aquella presencia se hacían más fuerte y más rápidos.
Al acercarse a pocos metros, descubrí que aquella presencia era ella, esa chica; que con sólo una mirada me deja rendido a sus pies, que con su sublime sonrisa me envuelve en un mundo de magia y fantasías del cual nunca quisiera escapar, menos al deleitarme con esa música tan sutil y tan tierna que escapa de sus hermosos labios.
Ese día en especial, específicamente en aquel momento donde tenía su presencia tan cerca de la mía, sentí tocar el cielo con las manos y creí estar sentado en el paraíso junto a su lado, un paraíso donde aún el más bello e inimaginable de los sueños no se compararía a tal, al deleitarme escuchando cada palabra convertida en melodía de su suave voz.
En ese momento fui tan feliz, que perdí toda noción del tiempo y todas esa preguntas, que aunque quedaron muchas sin respuestas, otras simplemente se disolvieron entre la nada y no han vuelto a ser mi martirio, debido a que aquella magia que me atrapo en aquel instante despejó muchas dudas y aclaro muchos sentimientos que llevaba encontrados.
De igual forma, sé que una persona nunca llega a ser plenamente feliz, sólo la felicidad se basa en pequeños momentos como en este caso, donde mi alma gritó de alegría, mi corazón palpitó de felicidad y como la vida nos guarda muchos obstáculos que debemos superar no sé si se vuelva a repetir, pero sencillamente espero que esos momentos se vuelvan parte de mi vida cotidiana y que aquella luz sea la que guié mi caminar día tras día por un sendero correcto.