Primero hija, luego hermana, en instantes esposa fiel y sincera como toda enamorada.
Dios desde el cielo te miró y en madre te convirtió completando así la cadena de bendiciones que cuando naciste él te regaló. Hoy sigues aquí, ya no eres hija, ni hermana, ni esposa, ni nada, pero tú sigues aún a pesar de todo dando amor y enamorada.
Eres todo y eres nada amaste tanto y fuiste tan amada que tus recuerdos empiezan a borrarse y tus penas ya no son nada... Te pesa la vida, pero tienes ya el alma aliviada, un día Dios tiernamente te mira y se da cuenta que en un ángel tú has cobrado vida y te llama a seguir bendiciendo en el cielo y en otra vida.