Alabado sea Jesucristo…
Jesús se identifica con el pan, dice que es pan. Nosotros quizás tendemos más a decir y a pensar que el pan es Jesús, en lugar de que Jesús es pan, como Él dice. Jesús es el anfitrión. Compartir la mesa es el gran símbolo de la convivencia, de la reconciliación, de la inclusión. Los banquetes son la mejor metáfora del Reino. Durante su vida Jesús aprovechó el momento de las comidas para transmitir sus enseñanzas: su concepción del Reino, el modo de actuar de quienes quieran seguirle, su imagen del Padre. Todo lo necesario para darnos vida, para que demos vida, para hacernos partícipes de su vida.
El pan que se parte y comparte, la copa de vino que se derrama, resumen el sentido de la vida de Jesús: una vida entregada, una vida para los demás. Es lo que nos recomienda cuando dice: “haced esto en memoria mía”. No se refiere a repetir rutinariamente unas palabras y unos gestos que no comprometen ni transforman la vida. La invitación es a seguirle. A estar dispuestos a lavar pies, a no excluir ni excomulgar a nadie y a ser pan, vino, luz, paz para el mundo, a contagiar esperanza. Como Él.