Alabado sea Jesucristo…
Ya el Señor nos ha dicho en el Evangelio que cuando recemos nos retiremos a nuestra habitación y cerremos la puerta, para estar tranquilos y hablar a Dios nuestro Señor, que ve en lo secreto y nos recompensa. ¡Qué dulce es retirarse del tumulto de la gente y de la compañía humana, para entrar en compañía con Dios mismo y con el mundo espiritual! Porque si bien muchas veces podemos vivir en presencia de Dios aún en medio del ruido, también es cierto que el silencio y la tranquilidad nos ayudan mucho para comunicarnos con Dios y hacernos receptivos a las inspiraciones del Espíritu Santo, y esto lo logramos cuando nos retiramos a nuestro cuarto.
Es conveniente que tengamos en nuestra pieza una especie de altarcito con alguna imagen piadosa de nuestro gusto, una cruz y un reclinatorio de ser posible, y allí retirarnos a menudo a hablar con Dios, no sólo rezando oraciones ya hechas como el Santo Rosario y otras, sino lo que es muy importante, hablando con Dios como con nuestro mejor Amigo, que nos comprende, nos ha creado y nos entiende y se interesa por todo lo nuestro como si para Él fuéramos nosotros solos quienes existimos en el universo.