Alabado sea Jesucristo…
Con ejemplos tomados de la vida de los campesinos de Galilea, Jesús los anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al Reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja Él, el Padre.
Lo primero que tienen que saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No tienen que vivir pendientes de los resultados. No les tiene que preocupar ni la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús deben ser sembradores. Nada más.
Los comienzos de toda siembra son siempre humildes. Más todavía si se trata de sembrar el Proyecto de Dios en el ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como "un grano de mostaza" que germina secretamente en el corazón de las personas.
Por eso, el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El Proyecto de Dios, que es construir un mundo más humano, lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que nos desborda a nosotros.
Sólo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio. Será el inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por Él.
José Antonio Pagola