Alabado sea Jesucristo…
No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos.
Hazme hábil e inventivo para notar a tiempo, en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen.
Hazme seguro en la correcta distribución del tiempo. Obséquiame el tacto para distinguir lo primario de lo secundario.
Hazme comprender que los sueños poco ayudan al pasado y al futuro. Ayúdame a hacer lo siguiente, lo mejor que me es posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.
Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Obséquiame el sensato reconocimiento de que las dificultades, las derrotas, los fracasos, los contratiempos son una añadidura natural a la vida, que nos empujan a crecer y madurar.
Recuérdame que el corazón muchas veces hace huelga contra la razón. Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.
Tú sabes cuán necesitados estamos de la amistad. Concédeme el estar preparado a éste el más hermoso, más difícil, más arriesgado y más delicado regalo que nos ofrece la vida.
Provéeme de la fantasía necesaria para entregar en el momento preciso, en el lugar adecuado un paquetito de bondad, con o sin palabras.
Haz de mí un ser humano cual nave con el calado necesario para poder alcanzar también a los que están abajo.
Presérvame del temor del que podría perderme de vivir. No me des lo que yo pido, sino lo que necesito.
¡Enséñame Señor el arte de los pequeños pasos que me llevarán a Ti!