Alabado sea Jesucristo…
Desde el comienzo, nos acompañan variadas formas de “hambre y sed”: hambre y sed de atenciones, de cariño, de amistad, de amor verdadero, de justicia, de tranquilidad, de paz, de felicidad… Muchas veces corremos detrás de ilusiones que nos “vende” la sociedad de consumo, la actual civilización del placer.
Yo soy el pan de vida, dice Jesús. Sólo Él puede saciar nuestros anhelos profundos, los que se agitan en el fondo del corazón. Su Palabra y su Eucaristía alimentan y sanan. Estas tienen el poder de renovarnos en lo más íntimo de nuestro espíritu para que aparezca ese hombre nuevo que Dios sembró en cada uno de nosotros.