Alabado sea Jesucristo…
El sufrimiento, en todas sus formas, nos desconcierta, nos rebela. Nada más “natural”. Dios nos ha creado para la felicidad. Su plan es que trabajemos para construir una civilización fraterna marchando juntos hacia él, sonrientes y contentos. Pero mientras la historia no llegue a su término, y el pecado –individual y social– siga “cercando” nuestra vida, será imposible marchar hacia Dios sin afrontar dificultades, sacrificios y sufrimientos.
¡Qué honestidad la de Jesús! Nada de falsas expectativas, de fáciles ilusiones: él debía sufrir mucho; y para seguirlo hay que renunciar a sí mismos y cargar la propia cruz. El ejemplo de Jesús nos llevará a una mayor solidaridad y entrega a la voluntad del plan de Dios.