Todos tenemos algo, somos seres imperfectos. El problema está en los que se creen perfectos. Duele la mirada en aquellos que tienen problemas irrecuperables como lo es la discapacidad. Duele cuando otro pone su mirada negativa en ellos. Cuando sólo se observa lo de afuera y nada más. No sólo sucede con aquel que es discapacitado, sino con todos los que no se adapten al mismo patrón de normalidad que el mundo quiere ver. Como siempre mirando cada diferencia.
Sentirse marginado lleva a encerrarse, a perder la confianza en uno mismo, a prestarse a las burlas de los demás y reírse con ellos de nuestros propios problemas. Lleva a sentirnos menos… O por el contrario a creernos que somos fuertes y llevarnos el mundo por delante, a pensar que somos capaces de todo sin tener límites. No debemos cambiar nuestra manera de ser simplemente porque somos desagradables ante la mirada de otros.
Pero no debemos juzgar a los demás por ser como son. Debe existir al menos un hilo de tolerancia que separe lo que somos de lo que los demás quieren ver de nosotros. Si queremos un cambio en los demás, debemos empezar por nosotros mismos.