En el mundo natural todo se recicla. Los elementos que componen la vida pasan de su forma orgánica a su forma mineral en ciclos que diversa duración. Algunos de esos ciclos, como el del fósforo, son muy lentos porque entran en juego las fuerzas tectónicas. Otros son más rápidos. Algunos átomos de nuestros cuerpos quizás formaron en el pasado parte de algún dinosaurio del Jurásico o de un trilobites del Cámbrico.
El hidrógeno, el oxígeno, el carbono y el nitrógeno, que son los principales elementos de los sistemas vivos (en menor abundancia el fósforo, el azufre y otros), son también los más abundantes en el Universo (sin contar el gas noble helio).
Algunos de esos elementos entran fácilmente en sus ciclos, otros no tanto. Es el caso del nitrógeno, que es esencial a la hora de formar las proteínas. Pese a que constituye la mayor parte de nuestra atmósfera, las plantas no lo pueden absorber directamente. Necesitan que esté en alguna forma mineral no gaseosa para asimilarlo, como en forma de nitratos, por ejemplo.
Las plantas necesitan que otros seres fijen ese nitrógeno atmosférico y lo mineralicen. De ello se encargan ciertos microorganismos.
La abundancia de nitrógeno mineral en el suelo es absolutamente limitante a la hora de que las plantas prosperen. La revolución verde que el ser humano ha realizado en la agricultura en las últimas décadas se ha podido realizar gracias al uso de fertilizantes sintéticos que proporcionan ese nitrógeno.
Pero en el mundo natural esa labor del fijado de nitrógeno es realizada principalmente en el suelo por ciertos microorganismos. Al menos así se creía hasta ahora.
Un nuevo estudio realizado por Zoë Lindo y Jonathan Whiteley, ambos de McGill University, ha demostrado que las bacterias que viven el los musgos de las ramas de los árboles viejos son el doble de efectivas a la hora de fijar nitrógeno que las bacterias del suelo. Esta cualidad sería muy importante a la hora de hacer que un bosque crezca.
Este estudio recalca la necesidad de conservar los grandes y viejos árboles costeros de temperatura templada a lo largo de la costa que va desde sur de Alaska al norte de California. Estos investigadores sugieren que la interacción entre los árboles viejos, musgos y cianobacterias contribuye a la dinámica de nutrientes de una modo tal que se puede realmente mantener una producción a la largo plazo en estos bosques.
Según Lindo si se pone en contexto a estos árboles y se ve que son una parte integral de lo que es un bosque. “Estos árboles viejos están haciendo algo: están proporcionando un hábitat para algo que proporciona hábitat a algo que está fertilizando el bosque. Es como el efecto dominó; es indirecto, pero sin el primer paso, sin los árboles, nada de eso puede pasar.”
Estos son los personajes en esta historia: grande y viejos árboles, musgos que crecen a los largo de sus ramas y cianobacterias asociadas a los musgos. Las cianobacterias toman nitrógeno de la atmósfera y lo fijan para que pueda ser usado por las plantas, algo que muy pocos organismos pueden hacer.
El crecimiento y desarrollo de muchos bosques está limitado por la disponibilidad de nitrógeno. Ya se sabía que las cianobacterias de los musgos del suelo proporcionan un suministro de nitrógeno en el bosque boreal, pero hasta ahora no se habían estudiado las que viven en los musgos de las ramas.
Lindo recolectó musgos tanto en el suelo como en las ramas a 15 o 30 metros de altura en el dosel de los bosques y tras el análisis comprobó que el fijado de nitrógeno en el dosel es dos veces más importante que en el suelo.
Los musgos juegan un papel crucial, ya que la cantidad de nitrógeno depende de la cantidad de musgos que tenga el árbol.
Según Lindo se necesitan árboles lo suficientemente grandes y viejos para que se empiece a acumular suficiente cantidad de musgos que sean el hábitat de las cianobacterias. Al parecer, muchos árboles no comienzan a acumular musgos hasta después de 100 años, así que es realmente la densidad de viejos y grandes árboles lo que es importante a la hora de mantener la salud de un bosque. Este investigador ha estimado que muchos de los árboles analizados tienen 500 u 800 años.
Este trabajo es toda una advertencia a la hora de explotar bosques en los que sólo se dejan árboles jóvenes y se talan los viejos. Además de decirnos, una vez más, que los seres más importantes son aquellos que son tan simples y modestos que casi pasan desapercibidos, como los musgos.
Nuestra visión a corto plazo choca con una escala de tiempos que en el mundo natural medida por siglos en lugar de por años, a veces se nos olvida y este tipo de estudios nos lo recuerda.Nota. Se inserta este informe con el solo y único fin de crecer en conomientos útiles para la Humanidad. Casimiro.
El hidrógeno, el oxígeno, el carbono y el nitrógeno, que son los principales elementos de los sistemas vivos (en menor abundancia el fósforo, el azufre y otros), son también los más abundantes en el Universo (sin contar el gas noble helio).
Algunos de esos elementos entran fácilmente en sus ciclos, otros no tanto. Es el caso del nitrógeno, que es esencial a la hora de formar las proteínas. Pese a que constituye la mayor parte de nuestra atmósfera, las plantas no lo pueden absorber directamente. Necesitan que esté en alguna forma mineral no gaseosa para asimilarlo, como en forma de nitratos, por ejemplo.
Las plantas necesitan que otros seres fijen ese nitrógeno atmosférico y lo mineralicen. De ello se encargan ciertos microorganismos.
La abundancia de nitrógeno mineral en el suelo es absolutamente limitante a la hora de que las plantas prosperen. La revolución verde que el ser humano ha realizado en la agricultura en las últimas décadas se ha podido realizar gracias al uso de fertilizantes sintéticos que proporcionan ese nitrógeno.
Pero en el mundo natural esa labor del fijado de nitrógeno es realizada principalmente en el suelo por ciertos microorganismos. Al menos así se creía hasta ahora.
Un nuevo estudio realizado por Zoë Lindo y Jonathan Whiteley, ambos de McGill University, ha demostrado que las bacterias que viven el los musgos de las ramas de los árboles viejos son el doble de efectivas a la hora de fijar nitrógeno que las bacterias del suelo. Esta cualidad sería muy importante a la hora de hacer que un bosque crezca.
Este estudio recalca la necesidad de conservar los grandes y viejos árboles costeros de temperatura templada a lo largo de la costa que va desde sur de Alaska al norte de California. Estos investigadores sugieren que la interacción entre los árboles viejos, musgos y cianobacterias contribuye a la dinámica de nutrientes de una modo tal que se puede realmente mantener una producción a la largo plazo en estos bosques.
Según Lindo si se pone en contexto a estos árboles y se ve que son una parte integral de lo que es un bosque. “Estos árboles viejos están haciendo algo: están proporcionando un hábitat para algo que proporciona hábitat a algo que está fertilizando el bosque. Es como el efecto dominó; es indirecto, pero sin el primer paso, sin los árboles, nada de eso puede pasar.”
Estos son los personajes en esta historia: grande y viejos árboles, musgos que crecen a los largo de sus ramas y cianobacterias asociadas a los musgos. Las cianobacterias toman nitrógeno de la atmósfera y lo fijan para que pueda ser usado por las plantas, algo que muy pocos organismos pueden hacer.
El crecimiento y desarrollo de muchos bosques está limitado por la disponibilidad de nitrógeno. Ya se sabía que las cianobacterias de los musgos del suelo proporcionan un suministro de nitrógeno en el bosque boreal, pero hasta ahora no se habían estudiado las que viven en los musgos de las ramas.
Lindo recolectó musgos tanto en el suelo como en las ramas a 15 o 30 metros de altura en el dosel de los bosques y tras el análisis comprobó que el fijado de nitrógeno en el dosel es dos veces más importante que en el suelo.
Los musgos juegan un papel crucial, ya que la cantidad de nitrógeno depende de la cantidad de musgos que tenga el árbol.
Según Lindo se necesitan árboles lo suficientemente grandes y viejos para que se empiece a acumular suficiente cantidad de musgos que sean el hábitat de las cianobacterias. Al parecer, muchos árboles no comienzan a acumular musgos hasta después de 100 años, así que es realmente la densidad de viejos y grandes árboles lo que es importante a la hora de mantener la salud de un bosque. Este investigador ha estimado que muchos de los árboles analizados tienen 500 u 800 años.
Este trabajo es toda una advertencia a la hora de explotar bosques en los que sólo se dejan árboles jóvenes y se talan los viejos. Además de decirnos, una vez más, que los seres más importantes son aquellos que son tan simples y modestos que casi pasan desapercibidos, como los musgos.
Nuestra visión a corto plazo choca con una escala de tiempos que en el mundo natural medida por siglos en lugar de por años, a veces se nos olvida y este tipo de estudios nos lo recuerda.Nota. Se inserta este informe con el solo y único fin de crecer en conomientos útiles para la Humanidad. Casimiro.
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