Cuando el día ya no es día y la noche está llegando, de los tenues y sombríos lugares se notan en movimientos sutiles y lentos las siluetas de aquellos que alguna vez fueron activos y vanidosos, aquellos que casi siempre llevan consigo los mejores sentimientos en su corazón.
Muertos vivientes, una expresión dura, una expresión de dolor, una expresión que casi lo describe todo lo que en ellos sé manifiesta con tan sólo mirarlos, aquellos que llevan en su espalda la maldita carga de la adicción, aquellos que por una moneda venden barata su dignidad, aquellos que por su apariencia son humillados hasta posiblemente sin ninguna razón.
Y más allá de ellos, los que están hundidos en el pantano de la adicción, están los malditos traficantes de muerte, los vendedores de veneno, aquellos que no les interesa que detrás de cada adicto está una madre, una esposa, un hijo.
Si, la persona que vende sueños, la persona que vende de esos imaginarios viajes falsos que cada día hunden más y más hasta sacarlos de la razón.
Allí están míralos están por todos lados, vendiendo por unas pocas monedas lo que quizá es su única prenda, aquella que le quitará el frío en la noche de viajes fantásticos imaginarios, donde pierden el control de sí, para que en unos cortos instantes vuelvan a caminar como zombis en busca de unas monedas en las calles que para ellos son un mercado del veneno maldito, el veneno que a la edad no pone condición.
Amigo lector, ten cuidado hoy me tocó a mí, no descuides a tus seres queridos, cuida con quien hablan tus hijos, cuida sus amigos, porque están allí los malditos traficantes de muerte, a la espera de que te descuides para seguir haciendo dinero con nuestro sufrimiento ¿sabes con quien está hablando tu hijo en este momento? cuidado de sus conversaciones, pon atención.