Alabado sea Jesucristo…
La sociedad en que vivimos aprecia de forma desmesurada la riqueza y el bienestar económico. Atrapados por la dinámica del consumo vivimos rendidos ante la urgencia de conseguir dinero a costa de otros valores.
Nos sobrecargamos de compromisos laborales con tal de conseguir mayores ingresos, aún a costa de desatender a nuestra familia. La idolatría del dinero está tan presente en nuestra sociedad como en la sociedad del tiempo de Jesús.
La advertencia severa que hizo al joven rico en el Evangelio tiene validez permanente: los ricos experimentan una dificultad especial para ingresar al camino del Reino. La razón es sencilla: el proyecto del Reino nos exige optar por la humanización de los débiles.
El cristiano que no está dispuesto a formar una comunidad de iguales, donde todos puedan disponer del acceso al bienestar, se rinde implícitamente a la idolatría del dinero. Nominalmente puede confesar a Dios como su Señor, pero en la medida que se desentiende de administrar sus bienes con justicia, es un esclavo de mamona (nombre del dios caldeo de las riquezas).
"La verdad católica"