Al atardecer sobre el jardín volaba la golondrina, la dulce tarde mecida al viento, bajo el cielo los árboles bailaban al son de la música que la brisa hacia sonar, entrelazándolos, uniéndolos en un dulce abrazo, al igual que las nubes allá desde lo alto se ensamblaban observando el paisaje. La fuente sonaba trémula y fría, cayendo en cascada desde lo alto y tu y yo sobre el banco de aquel jardín nos atrevimos a mirarnos, sintiéndonos ser parte de aquel paisaje, acercándonos sin retirar la mirada para fundirnos en el beso más apasionado y dulce que nuestras vidas puedan dar.
Hoy desde mi ventana, miro ese banco, esa fuente y todo el paisaje que formaron parte de aquella melancólica tarde, cuando nosotros fuimos a ser uno, y desaparecimos en el paisaje llenándonos de amor, ¡más hoy solo me queda tu recuerdo!, y desde mi rincón elijo cada día la hora en que el sol se va ocultando y el cielo se vuelve de un tono rosáceo, ¡la tarde cae! Al igual que cae el agua de la fuente, pero ante todo caen lagrimas de mis ojos al saber que nunca mas sentiré el calor de ese beso, ni tampoco sentiré esa mirada, ni ese acariciar del viento cuando tu boca se posó en la mía, ni cuando tus manos al igual que el revoloteo de una mariposa acarició mi cuerpo, ni como la golondrina desde lo alto bajo para mirarnos y piar al son de la música de aquella brisa de cualquier tarde de primavera.