Efectos neurológicos de un viaje a Marte
Unos supuestos astronautas llegarían a Marte con problemas neurológicos y con síntomas de aceleración de enfermedades como el Alzheimer.
El ser humano tiene curiosidad y tiene espíritu aventurero. En el pasado había zonas del mundo que aparecían en blanco, color con el que los cartógrafos denotaban las regiones ignotas que aún no habían sido exploradas.
En la actualidad casi todo el mundo está explorado, incluso las profundidades marinas, pese a lo que algún oceanógrafo con hambre de presupuesto diga. Cualquiera con el suficiente dinero puede pagarse un viaje al polo norte, a la Antártida o incluso a la órbita terrestre si es millonario. Pero el espacio más allá de la Luna no ha sido explorado directamente por el ser humano, nos conformamos con misiones robóticas y telescopios. La pasión por la exploración aventurera puede tener su continuación en los planetas, lunas y asteroides de nuestro sistema solar.
Hace casi ya medio siglo que se fue a la Luna y aún no hemos vuelto a mandar humanos hasta allí. Es un viaje corto de unos pocos días, un plazo de tiempo relativamente seguro fuera de la magnetosfera terrestre. Y es que el espacio es básicamente radiactivo y por él circulan fotones de alta energía o partículas cargadas que pueden producir mutaciones en el ADN. Esta radiación proviene tanto del Sol como del espacio profundo.
No hay ninguna dosis segura de radiación, salvo la que es nula. Siempre hay un efecto estocástico de la radiación y uno puede contraer un cáncer mortal aunque no reciba una dosis de radiación alta. Pero por encima de cierta dosis se tienen todas las papeletas para contraer algo muy grave o directamente morir por radiación.
Como dijo alguien, el espacio es muy grande y las distancias son vastas. Incluso con tecnología muy avanzada un viaje a Marte duraría muchos meses, lo que representa un problema frente a la radiación. Los astronautas de la estación espacial internacional están parcialmente protegidos por la magnetosfera terrestre, pero en un viaje a Marte no sería así. No hay manera de colocar un escudo que pare la radiación sin añadir demasiado peso a la nave. Además, si encima se da una tormenta solar durante el viaje los astronautas llegarían ya muertos.
Hay personas que se apuntarían voluntarios a un viaje a Marte sin vuelta (técnicamente mucho más fácil que uno de ida y vuelta) para crear allí una colonia al estilo de los antiguos colonizadores de otros continentes, pero no hay nadie que se apunte a un viaje para llegar ya muerto o para morir al poco tiempo.
Se ha propuesto la creación de una magnetosfera artificial que proteja a la tripulación, pero no parece que se hayan publicado resultados interesantes al respecto últimamente. Un santuario en el que poder refugiarse para el caso de tormenta solar sería probablemente necesario. Pero usar un escudo metálico podría ser incluso peor al crearse mucha radiación secundaría, porque el efecto sobre el ADN se multiplicaría. Encima no hay manera efectiva de bloquear de manera efectiva los lesivos rayos gamma o los protones de alta energía que provienen del espacio profundo en forma de rayos cósmicos. Además del problema del cáncer, en estudios previos se ha demostrado los efectos perniciosos de esta radiación sobre el sistema cardiovascular, muscular y esquelético del cuerpo humano.
Marte no tiene magnetosfera y su tenue atmósfera sólo proporciona una protección parcial frente a la radiación, pero se puede imaginar un hábitat a varios metros bajo tierra que cobije a los humanos que lleguen hasta allí.
En la actualidad la NASA está planeando un viaje a un asteroide para 2021 y para Marte en 2035, pero éste último necesitaría de 3 años en total. Debido a esto la NASA se ha venido interesando sobre los efectos de la radiación en este tipo de viajes.
Por si los inconvenientes relatados no fueran suficientes, ahora se señala otro problema de un viaje de este estilo. Al parecer, aunque se consiga controlar parcialmente la dosis de radiación recibida, los supuestos astronautas llegarían con problemas neurológicos y con síntomas de aceleración de enfermedades como el Alzheimer.
M. Kerry O’Banion de University of Rochester Medical Center (URMC) ha realizado un estudio para la NASA al respecto cuyas conclusiones acaba de publicar. Según él ya se había apuntado a la radiación como causante de cáncer en este tipo de viajes, pero este estudio es el primero que señala a que un viaje a Marte expondría a los astronautas a unos niveles de radiación tales que les producirían problemas cognitivos y que acelerarían cambios en el cerebro asociados con enfermedades neurodegenerativas. El estudio se centra en particular sobre los procesos biológicos en el cerebro que contribuyen al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Al parecer la parte de radiación cósmica más peligrosa en este aspecto estaría constituida por partículas cargadas de alta masa, generalmente por núcleos atómicos que son proyectados a alta velocidad en explosiones estelares. En el estudio se analizó el caso particular de núcleos de hierro, partículas que no se generan en las tormentas solares. El problema es que estas partículas atraviesan casi cualquier tipo de escudo sólido que uno pueda imaginar instalar en una nave espacial, pues se necesitarían como mínimo un grosor de dos metros de plomo u hormigón.
En el estudio se aceleraron núcleos de hierro gracias al acelerador de partículas que la NASA tiene en el Space Radiation Laboratory (Brookhaven National Laboratory, Long Island) para así emular la radiación cósmica con las que se encontrarían los astronautas. Se hacía chocar estos núcleos acelerados contra unos ratones de laboratorio.
En este modelo animal se examinaron los indicadores que indican la progresión de la enfermedad de Alzheimer, tanto desde el punto de vista fisiológico como de comportamiento. Así por ejemplo, a los ratones se les enseñaban ciertas habilidades cognitivas, como el recordar la localización de objetos específicos, y se observaba si la radiación había afectado la realización de estas tareas.
Los investigadores observaron que los ratones expuestos a la radiación eran más propensos a fallar en las tareas a realizar que los ratones del grupo de control, algo que era un claro síntoma neurológico. Además, observaron que presentaban alteraciones vasculares en el cerebro y se producían acumulaciones de proteína beta-amiloide en el mismo, acumulaciones típicas de este tipo de enfermedad.
Según O’Banion “estos hallazgos sugieren claramente que la exposición a la radiación espacial tiene la capacidad potencial de acelerar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer”. Según él este es otro factor que la NASA tiene que tener en cuenta en relación a la salud de los astronautas y que se debe tener en cuenta en futuras misiones.
A este paso va a resultar que no sólo no podemos salir de nuestro sistema solar, sino tampoco de la Tierra si el viaje es duradero.
Sí viajamos, dentro de unos límites, por el espacio en esta nave espacial llamada Tierra, que nos protege de la radiación y nos proporciona todo lo necesario para vida.
En la actualidad casi todo el mundo está explorado, incluso las profundidades marinas, pese a lo que algún oceanógrafo con hambre de presupuesto diga. Cualquiera con el suficiente dinero puede pagarse un viaje al polo norte, a la Antártida o incluso a la órbita terrestre si es millonario. Pero el espacio más allá de la Luna no ha sido explorado directamente por el ser humano, nos conformamos con misiones robóticas y telescopios. La pasión por la exploración aventurera puede tener su continuación en los planetas, lunas y asteroides de nuestro sistema solar.
Hace casi ya medio siglo que se fue a la Luna y aún no hemos vuelto a mandar humanos hasta allí. Es un viaje corto de unos pocos días, un plazo de tiempo relativamente seguro fuera de la magnetosfera terrestre. Y es que el espacio es básicamente radiactivo y por él circulan fotones de alta energía o partículas cargadas que pueden producir mutaciones en el ADN. Esta radiación proviene tanto del Sol como del espacio profundo.
No hay ninguna dosis segura de radiación, salvo la que es nula. Siempre hay un efecto estocástico de la radiación y uno puede contraer un cáncer mortal aunque no reciba una dosis de radiación alta. Pero por encima de cierta dosis se tienen todas las papeletas para contraer algo muy grave o directamente morir por radiación.
Como dijo alguien, el espacio es muy grande y las distancias son vastas. Incluso con tecnología muy avanzada un viaje a Marte duraría muchos meses, lo que representa un problema frente a la radiación. Los astronautas de la estación espacial internacional están parcialmente protegidos por la magnetosfera terrestre, pero en un viaje a Marte no sería así. No hay manera de colocar un escudo que pare la radiación sin añadir demasiado peso a la nave. Además, si encima se da una tormenta solar durante el viaje los astronautas llegarían ya muertos.
Hay personas que se apuntarían voluntarios a un viaje a Marte sin vuelta (técnicamente mucho más fácil que uno de ida y vuelta) para crear allí una colonia al estilo de los antiguos colonizadores de otros continentes, pero no hay nadie que se apunte a un viaje para llegar ya muerto o para morir al poco tiempo.
Se ha propuesto la creación de una magnetosfera artificial que proteja a la tripulación, pero no parece que se hayan publicado resultados interesantes al respecto últimamente. Un santuario en el que poder refugiarse para el caso de tormenta solar sería probablemente necesario. Pero usar un escudo metálico podría ser incluso peor al crearse mucha radiación secundaría, porque el efecto sobre el ADN se multiplicaría. Encima no hay manera efectiva de bloquear de manera efectiva los lesivos rayos gamma o los protones de alta energía que provienen del espacio profundo en forma de rayos cósmicos. Además del problema del cáncer, en estudios previos se ha demostrado los efectos perniciosos de esta radiación sobre el sistema cardiovascular, muscular y esquelético del cuerpo humano.
Marte no tiene magnetosfera y su tenue atmósfera sólo proporciona una protección parcial frente a la radiación, pero se puede imaginar un hábitat a varios metros bajo tierra que cobije a los humanos que lleguen hasta allí.
En la actualidad la NASA está planeando un viaje a un asteroide para 2021 y para Marte en 2035, pero éste último necesitaría de 3 años en total. Debido a esto la NASA se ha venido interesando sobre los efectos de la radiación en este tipo de viajes.
Por si los inconvenientes relatados no fueran suficientes, ahora se señala otro problema de un viaje de este estilo. Al parecer, aunque se consiga controlar parcialmente la dosis de radiación recibida, los supuestos astronautas llegarían con problemas neurológicos y con síntomas de aceleración de enfermedades como el Alzheimer.
M. Kerry O’Banion de University of Rochester Medical Center (URMC) ha realizado un estudio para la NASA al respecto cuyas conclusiones acaba de publicar. Según él ya se había apuntado a la radiación como causante de cáncer en este tipo de viajes, pero este estudio es el primero que señala a que un viaje a Marte expondría a los astronautas a unos niveles de radiación tales que les producirían problemas cognitivos y que acelerarían cambios en el cerebro asociados con enfermedades neurodegenerativas. El estudio se centra en particular sobre los procesos biológicos en el cerebro que contribuyen al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Al parecer la parte de radiación cósmica más peligrosa en este aspecto estaría constituida por partículas cargadas de alta masa, generalmente por núcleos atómicos que son proyectados a alta velocidad en explosiones estelares. En el estudio se analizó el caso particular de núcleos de hierro, partículas que no se generan en las tormentas solares. El problema es que estas partículas atraviesan casi cualquier tipo de escudo sólido que uno pueda imaginar instalar en una nave espacial, pues se necesitarían como mínimo un grosor de dos metros de plomo u hormigón.
En el estudio se aceleraron núcleos de hierro gracias al acelerador de partículas que la NASA tiene en el Space Radiation Laboratory (Brookhaven National Laboratory, Long Island) para así emular la radiación cósmica con las que se encontrarían los astronautas. Se hacía chocar estos núcleos acelerados contra unos ratones de laboratorio.
En este modelo animal se examinaron los indicadores que indican la progresión de la enfermedad de Alzheimer, tanto desde el punto de vista fisiológico como de comportamiento. Así por ejemplo, a los ratones se les enseñaban ciertas habilidades cognitivas, como el recordar la localización de objetos específicos, y se observaba si la radiación había afectado la realización de estas tareas.
Los investigadores observaron que los ratones expuestos a la radiación eran más propensos a fallar en las tareas a realizar que los ratones del grupo de control, algo que era un claro síntoma neurológico. Además, observaron que presentaban alteraciones vasculares en el cerebro y se producían acumulaciones de proteína beta-amiloide en el mismo, acumulaciones típicas de este tipo de enfermedad.
Según O’Banion “estos hallazgos sugieren claramente que la exposición a la radiación espacial tiene la capacidad potencial de acelerar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer”. Según él este es otro factor que la NASA tiene que tener en cuenta en relación a la salud de los astronautas y que se debe tener en cuenta en futuras misiones.
A este paso va a resultar que no sólo no podemos salir de nuestro sistema solar, sino tampoco de la Tierra si el viaje es duradero.
Sí viajamos, dentro de unos límites, por el espacio en esta nave espacial llamada Tierra, que nos protege de la radiación y nos proporciona todo lo necesario para vida.
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