Alabado sea Jesucristo…
La amistad transforma el barro de nuestro existir en alas de libertad, en manantial que apaga la inmensidad de nuestra sed de amor. Es el consuelo y la fuerza que afianzan nuestra alma y la proyectan hasta los más lejanos horizontes.
Cuando contemplamos un bello paisaje, un amanecer o una puesta de sol, nos dejamos envolver por tanta paz que deseamos estar siempre así. Quisiéramos detener el tiempo, y convertir ese momento en eternidad.
Las dos grandes columnas que sostienen al hombre son la libertad y el amor; sin ellos el hombre camina sin brújula, sin una razón válida para vivir. Quien haga de su vida una fuente de amistad, escalará los más altos horizontes. Y podremos mirar hacia atrás sólo para recordar la amistad que sembramos por el camino de la vida.