Alabado sea Jesucristo…
En el Evangelio de ayer, el ciego Bartimeo encontró la curación a través del grito. Se salvó en el momento mismo en que tuvo el coraje de gritar aún más fuerte, cuando todos pretendían cerrarle la boca.
Bartimeo nos representa a todos. Todos, en alguna medida, somos “ciegos y mendigos”. Vivimos “al costado del camino” de la verdadera alegría y paz. Jesús quiere curarnos, mostrarnos que otra vida es posible.
Necesitamos gritar nuestra esperanza: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. Vivimos “encandilados” por las apariencias, por la civilización de la comodidad, del placer, del “sálvese quien pueda”. Todos, en alguna medida, estamos ciegos para ver el interior de nuestro corazón, para descubrir qué nos tiene amargados e infelices.
¡Necesitamos gritar! Arrojar el manto de nuestra falsa seguridad, ponernos decididamente “de pie” y saltar hacia Jesús. Él nos preguntará con cariño ¿Qué quieres que haga por ti?
Señor, tú sabes que estoy al borde del camino, ciego y a oscuras. Me cuesta ver la luz de tu verdad y el sentido de mi vida. Abre los ojos de mi corazón. Quiero ver.
Sagrado Corazón de Jesús. Gracias por concederme un día mas para amarte y servirte. Casimiro López