Es en septiembre cuando el verano español da sus últimos coletazos y nos deja disfrutar de un tiempo agradable para embarcarnos en un último viaje que consuma nuestros pocos días restantes de vacaciones y que mejor opción que pasearnos por una de las ciudades con más cultura, diversión, buen comer y mejor música que Córdoba.
Ataviados con el típico sombrero cordobés de ala ancha y cinta, debe recorrer el visitante las calles de la conocida como capital entre capitales, ya que fue lo fue de la Hispania ulterior de la República romana, capital Bética del Imperio romano y por último capital del Califato de Córdoba en la época musulmana.
De su pasado esplendoroso quedan monumentos, entre los que sobresale sin ningún género de dudas la Mezquita de Córdoba, fruto de su pasado musulmán. Se debe comenzar accediendo al monumento por el patio de los Naranjos, de estilo mudéjar, asombrarse con los 365 arcos de herradura rojos y blancos de su interior o vislumbrar el mihrab, lugar santo repleto de los más ricos mosaicos bizantinos. Y para completar la visión de esta maravilla no debemos perdernos los arcos exteriores del muro este y el campanario, que envuelve al almiral.
Pero Córdoba no se queda ahí y es tan rica como su pasado. De su influencia romana dan ejemplo el puente, el templo y el mausoleo; una visita que debe culminar observando los restos del palacio del emperador Maximiano Hercúleo. Otra vertiente histórica de la ciudad es su pasado judío que podremos vislumbrar en la antigua judería (próxima a la mezquita) con sus encantadoras callejuelas como la calleja de las Flores o las del Pañuelo que nos conducirán hasta la Sinagoga y la casa Sefarad, máximos exponentes de este periodo.
Por último y de influencia cristiana podremos admirar las doce iglesias fernandinas mandadas construir (y en ocasiones sustituyendo a las mezquitas) por Fernando II tras la reconquista, entre las que destacan la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas y la Iglesia de San Pablo. Pero cae la noche, hay que tomar fuerzas y que mejor que degustar sus típicos platos. Para empezar un suave salmorejo, unas tapas de flamenquín (jamón serrano enrollado en lomo) de segundo un rabo de toro y como no podía ser de otra forma terminar con los típicos dulces del convento de Santa Clara como postre.
Recargadas las pilas es de obligada parada para terminar la noche el típico patio cordobés, donde el flamenco, el buen ambiente, el baile y el vino fino corren a raudales, empapándonos de su arte. Pero si se busca algo más rompedor el viernes 17 dará comienzo el festival Eutopía en el que durante una semana, los más jóvenes mostrarán sus creaciones en el campo de la música, el teatro e incluso la cocina. Antes de despedirnos de la ciudad debemos reflexionar lo que ha sido el viaje junto a las estatuas de los filósofos Séneca (romano), Averroes (musulmán) y Maimónides (judio); todos ellos nacidos en esta Córdoba, digna de la mejor de las visitas.Fuente: 20 minutos,es Presentado por: _Casimiro López Cano_