Alabado sea Jesucristo…
de Dios.Aunque no se pueda creer, hay cristianos que dudan de la misericordia de Dios. Creen que sus pecados son muy graves o que su situación “no tiene arreglo”. Estos y el resto de los cristianos necesitamos aprender de las tres parábolas del Evangelio de ayer, las llamadas parábolas de la misericordia.
Los protagonistas no son el pastor, la mujer y el padre del hijo descarriado, sino Dios. Estas parábolas son una radiografía de Dios, retratan el corazón de Dios. Es Dios quien grita: “¡Alégrense conmigo!” Es Dios quien grita: “Comamos y festejemos… es justo que haya fiesta y alegría”…
Nuestro Dios es muy especial. ¿Por qué se alegra más cuando recupera a un hijo extraviado? Hoy Jesús nos propone el motivo más bello y noble para correr hacia el sacramento de la Reconciliación: ¡alegrar el corazón de Dios!
Sagrado Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día más para adorarte y servirte. La mies es mucha y pocos son los obreros para recogerla. Es la Palabra de Dios. Alabado sea Jesucristo. Amén. Yo siembro cada día Pequeñas Semillitas, con el deseo de propagar la fé en el Sagrado Corazón de Jesús. Así sea. Detente, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo. Casimiro López