Esperar lo mejor es un buen hábito, el cual fortalezco mediante la oración y la práctica. Esperar lo mejor no significa ser ingenuo, significa creer en posibilidades ilimitadas y mantener una visión elevada al mismo tiempo que te mantienes flexible.
Dejo de preocuparme por posibles resultados indeseados. En vez de ello, estoy consciente de que Dios está presente en mi experiencia. Con cada pensamiento y palabra, reconozco la presencia y el poder activos en mí y en esta situación. Si estoy con personas que se sienten intranquilas, mantengo la calma, sonrío y comparto con ellas mis expectativas positivas. Como reza un dicho: “nuestra energía fluye hacia donde ponemos la atención”, así que centro mi atención en lo positivo y en el bien.