Una tarde, hace mucho tiempo, conecté mi ordenador; me armé de valor y me puse alas para volar; y deseaba subir muy alto, visitar una estrella que fuera errante, como lo hace el viento simún, para atravezar el desierto de mi vida, y buscar entre sus inhóspitas regiones esa flor que como el Crisól del Herrero Mayor, se forja a fuerza de golpes, la fé, esperanza, amor y dolor, siempre compañero inseparable del peregrino que quiere llegar a un punto donde espera encontrar el oasis salvador de sus codiciados sueños. Después de interminables jornadas, atravecé campos yermos donde no se cria ninguna flor, tundras heladas sin ningún calor; Surqué mares en singladuras sin fin, anhelando una ensenada para descansar y encontrar reparadoras fuerzas. Seguir así buscando mis sueños de amor. Una tarde, mucho tiempo ha, agotado de peregrinar, andar, volar y bogar, arribé a una tranquila playa de delicadas arenas blancas. Encontré en sus límpidas aguas, entre arenas de oro, una sirena que me invitó a descansar sobre las dunas de mis sueños, ofreciéndome paz, silencio, candor belleza del alma, cariño y mucho amor. Unidos en un Todo, por fín, encontré mi tesoro....mi flor -forjada en crisol a golpes de yunque- Modelada y cuidada por el Todo Hacedor para en mi destino poder contemplar la tan preciada emoción. Que hoy yace en mi regazo al calor del amor. Autor: Casimiro López Cano.