Alabado sea
Jesucristo…
Hoy, al celebrar la Epifanía del Señor, recordamos a los
Reyes Magos. Hay muchas cosas que tenemos que aprender de ellos: su capacidad
para ver la estrella, abiertos y vigilantes a la llamada de Dios. Ellos saben
distinguir perfectamente los signos de los tiempos. No son hombres distraídos.
Escuchan la voz del cielo y la su propio corazón.
Tienen disponibilidad para dejarlo todo y ponerse en
camino. No son hombres instalados, apegados a cosas y lugares, porque viven de
la esperanza. Son hombres libres “de” toda atadura y libres “para” todo
aventura, hambrientos de luz y de Dios.
Nos enseñan su constancia en el seguimiento de la
estrella. No les faltaron dudas y pruebas en el camino. Ellos pasaron también
por la noche, cuando no se ve ni se siente ni se entiende nada; lo difícil de
la noche, cuando Dios es silencio y hasta los más queridos nos abandonan.
Supieron hacer lectura de los hechos. Cuando la estrella
se para ante la casa pobre, no se escandalizan y lo reconocen como Mesías. La
mayoría del pueblo judío no fue capaz de hacer esta lectura. Y es que Dios es
siempre sorprendente, se viste de sencillo y solo se manifiesta a los humildes
y los pequeños.
Luego “cayendo de rodillas lo adoraron”. No basta con
ver. La fe es entrega y amor. Ellos, más que el oro, incienso y mirra,
ofrecieron su corazón. Creyeron y adoraron.
Tuvieron capacidad de cambio. Fueron capaces de volver
por otro camino. Es cosa segura que Dios cambia siempre nuestros planes. Creer
es vivir confiados en la inseguridad.
Se transformaron: en el viaje de vuelta ya no necesitaban
estrellas, porque la estrella la llevaban dentro. Era tal la luz y la alegría
que recibieron, que ellos mismos se convirtieron en estrellas. Y por donde
quiera que pasaban iban dando testimonio de lo que habían visto y oído. Fueron
misioneros de la alegría y el amor.
Sagrado
Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día
más para adorarte y servirte. Hagamos como decía
San Agustín: Señor a Ti solo busco, a Ti solo amo y
tuyo quiero ser. Mi único deseo es conocerte y amarte.
(Sol 1,1,). La mies es mucha y pocos son los obreros
para recogerla. Es la Palabra de Dios. Alabado sea
Jesucristo. Amén. Yo dibulgo
cada día Pequeñas Semillitas, con el vehemente deseo de
que se propague la Fe, en el Sagrado Corazón de
Jesús y suplico a todos los creyentes y no creyentes,
que pidan al Señor Jesucristo en oración, que no haya
más guerras ni hambre en el Mundo y reine la Paz en
todos los rincones del Orbe. Así sea. Detente, el Sagrado
Corazón de Jesús, está conmigo. Casimiro López