Alabado sea
Jesucristo…
Por distintas razones, todos tenemos algunos santos que
son de nuestra especial devoción. A veces por favores concedidos, otras veces
por una tradición familiar, o por influencia de la parroquia a la que
asistimos, o por un sinfín de circunstancias más…
En lo que a mí respecta, siento una particular admiración
por muchos santos: Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Agustín de Hipona,
Juan María Vianney, las tres Teresas (de Ávila, de Lisieux, de Calcuta), el
Padre Pío de Pietrelcina, Faustina Kowalska, Vicente de Paul, Alberto Hurtado,
el argentino Cura Brochero, el magno Juan Pablo II…. Y ciertamente por San Juan
Bosco, el santo a quien celebramos hoy.
Su mayor interés fue atender las necesidades de los niños
y jóvenes, especialmente los más pobres y marginados, a los cuales conquistaba
con su simpatía, su buen humor, su alegría, sus juegos y trucos de magia… para
de ese modo llevarlos al conocimiento de Dios a través del catecismo y de sus
predicaciones y ejemplos de vida.
Fue llamado con toda justicia “Padre y Maestro de la
juventud”. Pero también fue escritor, editor, predicador, sociólogo,
diplomático y fue considerado precursor de la enseñanza profesional. Su obra
más perdurable fue la fundación de la Sociedad Salesiana, el Instituto de las
Hijas de María Auxiliadora, y la Pía Unión de Cooperadores Salesianos.
En el día consagrado a la memoria litúrgica de “Don
Bosco”, quiero saludar con todo afecto a mis amigos salesianos, pidiendo para
todos ellos la protección maternal de María Auxiliadora.
¡Buenos días!
Ayuda inesperada
Hoy celebramos a
San Juan Bosco. No tuvo una vida fácil. A los dos años quedó huérfano de padre.
Pero se constituyó en padre de numerosos huérfanos. Y millares de jóvenes de
toda raza y nación, lo aclaman como “Padre y maestro de la juventud”. Su vida
transcurrió en la pobreza, pero dedicó sus mejores energías a la juventud
indigente y necesitada. El mismo refiere algunas de las persecuciones que
sufrió.
“Era una noche lluviosa y volvía yo de la
ciudad, cuando observo en un lugar desierto a dos hombres que marchan delante
de mí, acelerando o disminuyendo el paso, conforme andaba yo. Quise cambiar de
vereda, pero no me dieron lugar, echáronse atrás y en el mayor silencio me
arrojaron un manto a la cara. Uno me ciñó la boca con un pañuelo, para que no
gritase. En ese momento apareció un perro enorme y, gruñendo como un oso,
plantó las zarpas en el rostro de uno y el hocico en el del otro, obligados así
a atender al perro antes que a mí.
—¡Llame a su perro!, me gritaron aterrados.
—Sí, lo llamaré, pero déjenme libre.
—¡Pronto, llámelo! El perro seguía rugiendo
como lobo rabioso. Los asaltantes huyeron y el perro se me puso al lado y me
acompañó hasta el hospital Cottolengo, a donde me dirigía”.
Dios lo protegió
repetidas veces en forma prodigiosa. Don Bosco, el santo turinés, anunciaba, a
través de revelaciones nocturnas, el futuro de la Iglesia y de la Congregación
Salesiana. Por su intercesión, personas afectadas de diversas enfermedades se
curaron milagrosamente. Y hubo hasta multiplicación de panecillos, hostias y
avellanas. Todos estos dones y su vida entera los consagró a sus queridos
jóvenes.
Padre Natalio