Del poemario "Frío" La ciudad hace gala de su rango de musa milenaria. Hace frío, y el viento entre los coches empuja al transeúnte a refugiarse al fondo de los bares cercanos y las cafeterías que sacan sus estufas a sombrillas de invierno. En una de ésas, mientras me fumo un cigarrillo, pienso en ti, mujer que tantas noches desertas de mis manos. Hay, en este mismo instante, una mezcla de paz y desaliento -el sabor melancólico de una jornada extinta- que hace volcar los ojos en los contenedores que han dejado revueltos los primeros mendigos y en la elegante urgencia de los escaparates que exhiben los conjuntos de nueva temporada. Todavía puedo ver en tus labios el vapor tembloroso de tu respiración con las mismas palabras tantas veces nombradas que tal vez erraron el camino, pero no desistieron de su terca afición por los milagros, y ahora sólo buscan espacios donde poder airear sus rutinas domésticas. Alguien trae el periódico, y en las conversaciones se escurren como hielo las últimas noticias: “Reforma laboral, pactos sociales, jóvenes exaltados pagan su libertad a un alto precio, cae la bolsa y se eleva la cifra de parados, la nieve hace presencia en el noreste y centro del país”. Parece que este invierno va a ser duro, y esta estufa no abriga, vida mía. Diciembre 2010 José Pozo Madrid
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