Mamá Naturaleza está enfadada
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(Consuelo Sánchez Vicente) |
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Si siguiéramos el razonamiento de la ministra de Medio Ambiente tendríamos que concluir que al año de la mayor sequía que conocieron los tiempos al final le va a suceder el de más agua y con mayor aparato eléctrico que se recuerda. Yo creo que este razonamiento es cierto solo a medias: que llueva en primavera es lo normal, pero es verdad que estas lluvias están siendo especialmente destructivas en casas y siembras aunque no -afortunadamente- en vidas. Dios, como se suele decir, aprieta pero no ahoga a sus criaturas. La Naturaleza, menos compasiva que Dios, sí que puede acabar ahogándonos, sin embargo, o matándonos de sed, por volver loco al clima. Los científicos coinciden en que todavía estamos a tiempo de parar los peores efectos del cambio climático, esta es la buena noticia. La mala, que sus heraldos: los fríos, los calores, las sequías y las lluvias extremas, ya están aquí.
El cambio climático no es, evidentemente, un problema "hispano-español", pero parte de la solución sí que está en nuestras manos. Las riberas son dominio de los ríos, las ramblas de los torrentes y las playas del mar. Y el afán de enriquecimiento especulativo que nos lleva a construir barrios y polígonos en los dominios del agua es, lo hemos vuelto a comprobar, una peligrosa forma de apropiación indebida. Como advertía la parábola evangélica del Sermón de la Montaña, el hombre sensato que edifica su casa sobre roca nada tiene que temer cuando cae la lluvia, viene la riada, soplan los vientos y arremeten contra la casa porque como estaba cimentada en la roca la casa no se hundió. Pero el necio que la edificó en la arena de la ribera, cuando cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y embistieron contra la casa, se quedó sin ella.
Asfixiamos la atmósfera con nuestros malos humos, talamos los bosques, construimos en los cauces de los ríos, las costas son un muro de ladrillos que no deja pasar ni el aire entre el mar y la tierra, tapizamos de cemento los campos, asfaltamos lo montes. ¿Y después nos quejamos de que el agua recupere lo suyo? Aunque algunos la tachan de bienintencionada y eso es casi un insulto en este país, la ley del Suelo que acaba de aprobar el Gobierno trata de poner coto a la avaricia de la especulación urbanística. Y, más nos vale hacerlo ya. Que esa ley deba (debe) dedicar más recursos a poner coto a los especuladores no es razón para no empezar ya a tomarnos en serio lo que la desolación y la ruina que están causando estas lluvias han puesto otra vez (¿cuántas veces van ya?) de manifiesto: la venganza de la Naturaleza está en marcha. _Casimiro López Cano_ |
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