Alabado sea Jesucristo…
Hellen
Keller, a los dos años de edad, sufrió un ataque de fiebre cerebral y
quedó sorda y ciega para toda la vida. Pero ella no se desanimó y
aprendió a leer y escribir y realizó estudios superiores. Fundó 50
escuelas para ciegos y escribió libros que se han traducido a 50
idiomas. A sus 77 años, todavía seguía dando conferencias y ayudando a
sordos y ciegos del mundo entero. Y decía: “He luchado para descubrirme a
mí misma una razón para vivir y un campo en el que pudiera ser útil. Yo
creo que podemos ser felices aquí y ahora, si cumplimos fielmente
nuestro deber. Hasta la más humilde ocupación es un arte, si encierra
esfuerzo y amor por los demás”.
Si
ella pudo ser feliz y ser útil a tantos seres humanos ¿por qué tú, que
ves y oyes, no puedes serlo? Tú eres una persona única en el mundo. Tú
no eres fotocopia. Lucha contra tu sentido de inutilidad o de derrota,
libérate de la autocompasión. No te des por vencido, siempre hay algo
que hacer por los demás. Y tú puedes ser feliz, haciendo felices a los
demás.
¡Buenos días!
Agradecer
A
veces te costará expresar al Señor los sentimientos de gratitud que hay
en tu corazón. Aquí te ofrezco una ayuda para que te vayas ejercitando
en este modo fácil de relacionarte con Dios mediante el agradecimiento
de todos los regalos, grandes y pequeños, espirituales y materiales, que
cada día recibes de su bondad de Padre.
Gracias,
Señor, muchas gracias por todos los dones que me entregas. Gracias por
todo lo que vi, escuché y recibí. Por el agua que me lava, por la ropa
que me viste, por el pan que me sustenta. Por la casa, por los padres,
por los hermanos y amigos. Por los conocimientos, esfuerzos y trabajos.
Por el tiempo que me diste, por la vida que me ofreces, por la bendición
de todos los días. Gracias por estar conmigo, Señor. Gracias porque me
escuchas y me tomas en serio. Gracias porque recibes mi agradecimiento
de hoy. Muchas gracias, Señor. Amén.
San
Pablo exhortaba a los cristianos de Colosas a “vivir dando gracias a
Dios”. Ejercítate y verás que te ayuda a vivir la relación con Dios en
forma concreta y existencial, descubriendo con gozo los dones que te
regala a cada paso. Es una oración que ensancha el corazón y descansa tu
mente, además, es muy sencilla y accesible en cualquier circunstancia.
Padre Natalio