Alabado sea
Jesucristo…
Espíritu Santo, Padre de los pobres, así te llama la
Iglesia dando a entender con ello que Tú eres el único tesoro de los pobres,
que en este mundo no tienen nada, pero que teniéndote a Ti, lo tienen todo.
Ojalá yo sea también del número de los pobres de quien
eres Padre, puesto que si tal vez tengo un bienestar material, muchas veces me
siento pobre de espíritu, porque no tengo nada y no soy nada sin Ti, Espíritu
de amor. Ven a encenderme el corazón con el fuego de tu amor, y con tu soplo
divino crea en mí una nueva criatura, capaz de ofrecerse por la salvación de
las almas.
Espíritu divino ven a regalarme tus siete sagrados dones,
que regalas a tus hijos, los pobres de espíritu. Y junto con esos dones, tráeme
también los bienes que necesite para vivir con decoro la vida, haciendo el bien
con las ayudas espirituales y materiales que me prodigas, porque todos los
tesoros del Cielo y de la tierra están en tus manos, y en un instante Tú puedes
enriquecer a los pobres, o empobrecer a los ricos.
Que yo recuerde el cántico de María, cuando Ella dice que
Dios colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos
vacías. Que yo sea uno de esos hambrientos de verdad, de amor, de riquezas,
sobre todo espirituales, para que Tú, Espíritu de Dios, me colmes con todo eso.
¡Buenos días!
Pisa fuerte
y deja huellas
El egoísmo
atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás encuentra su
madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno,
si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los
demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la
vida sin amor no vale nada.
Pisa fuerte el que sabe lo que quiere, lo que
busca, lo que espera. Pisa fuerte el que encontró un sentido a su vida, una
razón de vivir, un por qué a cada una de las cosas y de los hechos de la vida.
Pisa fuerte y muy fuerte, el que en los momentos de dolor o de angustia no se
deja aplastar, ni desorientar, sino que en esos precisos momentos levanta más
alto su cabeza, clava su mirada en el
Corazón del Padre celestial y apretando los dientes, las manos tensas y
los ojos nublados por las lágrimas, o el corazón lleno de pena, no disminuye su
marcha a la meta, ni la desvía; sino con paso firme y resuelto se va acercando
a Dios. Y porque pisa fuerte en la vida, va dejando huellas luminosas que servirán
de ruta para muchos otros.
“Triste suerte la
del hombre que sólo trabaja para vivir, pero no sabe para qué vive. Triste
suerte la de quien ha hecho del "tener y retener" el objetivo de su
vida. Dichoso, más bien, el que, mientras gana su pan o acrecienta su fortuna,
sabe hacer del trabajo una ocasión de servicio al prójimo, cooperando con el
proyecto de Dios Creador, para hermosear al mundo”.
Padre Natalio