Alabado sea
Jesucristo…
Al terminar el relato de la parábola del sembrador, Jesús
hace esta llamada: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Se nos pide que prestemos
mucha atención a la parábola. Pero, ¿en qué hemos de reflexionar? ¿En el
sembrador? ¿En la semilla? ¿En los diferentes terrenos?
Tradicionalmente, los cristianos nos hemos fijado casi
exclusivamente en los terrenos en que cae la semilla, para revisar cuál es
nuestra actitud al escuchar el Evangelio. Sin embargo es importante prestar
atención al sembrador y a su modo de sembrar.
No es el Evangelio el que ha perdido fuerza humanizadora,
somos nosotros los que lo estamos anunciando con una fe débil y vacilante. No
es Jesús el que ha perdido poder de atracción. Somos nosotros los que lo
desvirtuamos con nuestras incoherencias y contradicciones.
El Papa Francisco dice que, cuando un cristiano no vive
una adhesión fuerte a Jesús, “pronto pierde el entusiasmo y deja de estar
seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está
convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”.
Evangelizar no es propagar una doctrina, sino hacer
presente en medio de la sociedad y en el corazón de las personas la fuerza
humanizadora y salvadora de Jesús. Y esto no se puede hacer de cualquier
manera. Lo más decisivo no es el número de predicadores, catequistas y
enseñantes de religión, sino la calidad evangélica que podamos irradiar los
cristianos. ¿Qué contagiamos? ¿Indiferencia o fe convencida? ¿Mediocridad o
pasión por una vida más humana?
José Antonio Pagola
¡Buenos días!
Un día funesto
“Dios mezcla las
amarguras con las alegrías de la tierra, a fin de llevar al hombre a aquella felicidad
y alegría, cuya dulzura nunca engaña y que sólo se encuentra en él. Las
alegrías mundanas están vacías, no tienen sabor ni duración. No hay en ellas
realidad, ni dicha, ni estabilidad, son como una gota de miel que se convierte
en un mar de hiel”. San Agustín.
Desde hacía una hora un hombre de unos
cincuenta años estaba sentado en un bar mirando un vaso lleno de vino sin
beberlo. De pronto entra un camionero alto y robusto, y le bebe todo el vaso de
vino. El hombre empieza a llorar, y el hombrachón le dice: —Vamos, amigo, era
una broma no más; ahora mismo pido una botella. —No lloro por eso. Hoy ha sido
el día más funesto de mi vida. Llegué
tarde al trabajo y me echaron. Cuando volvía a mi casa, me robaron el
auto. Ya estaba llegando a pie y sorprendí a mi esposa con otro hombre. Y
ahora, cuando estoy por poner fin a tanto sufrimiento, viene usted y se bebe
todo mi veneno…
La fe no suprime
el sufrimiento ni las contrariedades. Pero me hace descubrir que Jesús puede tomarme de la mano y levantarme. Puede
fortalecerme y liberarme de mis males físicos y espirituales. Tiene poder para
sostenerme, darme ánimo y arrancar mi vida de los poderes del mal que tantas
veces me esclavizan. Confía siempre en él.
Padre Natalio
Sagrado
Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un
día más para adorarte y servirte. Hagamos como
decía San Agustín: Señor a Ti solo busco, a Ti
solo amo y tuyo quiero ser. Mi único deseo es conocerte
y amarte. (Sol 1,1,). La mies es mucha y pocos son los
obreros para recogerla. El Señor dijo: Vengan a mí los que
estan cansados y agobiados, que yo los consolaré Mt 11.28. Es la
Palabra de Dios. Alabado sea Jesucristo. Amén. Yo dibulgo
cada día Pequeñas Semillitas, con el vehemente deseo
de que se propague la Fe, en el Sagrado Corazón de
Jesús y suplico a todos los creyentes y no creyentes,
que pidan al Señor Jesucristo en oración, que no haya
más guerras ni hambre en el Mundo, ni atentados
terroristas, ni políticos de guante blanco y reine la Paz, así como
el amor, en todos los rincones del Orbe. Así sea.
Detente, el Sagrado Corazón de Jesús, está conmigo. Casimiro López.