Los planetas se enfrían a medida
que envejecen. Con el tiempo sus núcleos fundidos se solidifican y la
actividad de generación de calor interno mengua. Cada vez son menos
capaces de mantener el mundo habitable mediante la regulación del
dióxido de carbono para evitar un calentamiento o una congelación
desbocados.
Pero los astrónomos de la
Universidad de Washington (UW) y la Universidad de Arizona han
descubierto que para ciertos planetas del tamaño de la Teirra, la
atracción gravitacional de un planeta compañero exterior podría generar
suficiente calor - a través de un proceso llamado calentamiento por
marea - como para prevenir eficazmente el enfriamiento interno, y
extender la oportunidad de que el mundo interior albergue vida.
El astrónomo de la UW Rory Barnes es el segundo autor de un artículo publicado en Monthly Notices
de la Royal Astronomical Society. Los autores principales son la
estudiante graduada Christa Van Laerhoven y el científico planetario
Richard Greenberg de la Universidad de Arizona.
El calentamiento de marea
resulta del empuje gravitacional y la atracción del planeta compañero
exterior sobre su vecino más cercano, dijo Barnes. El efecto ocurre a
nivel local, por así decirlo, en las lunas de Júpiter Io y Europa. Los
investigadores demostraron que este fenómeno puede también tener lugar
en exoplanetas, aquellos que están fuera del sistema solar.
Usando modelos informáticos, los investigadores encontraron que el efecto puede ocurrir en planetas más antiguos del tamaño de la Tierra
en órbitas circulares en la zona habitable de estrellas de baja masa, o
aquellas con al menos un cuarto de la masa del sol. La zona habitable
es la franja de espacio alrededor de una estrella que permite que un
planeta rocoso mantenga agua líquida en su superficie, lo que daría a la vida una oportunidad.
"Cuando el planeta está más
cerca de la estrella, el campo gravitatorio es más fuerte y el planeta
se deforma. Cuando está más lejos de la estrella, el campo es más débil
y el planeta se relaja en una forma más esférica", dijo Barnes. "Esta
flexión constante hace que las capas en el interior del planeta rocen
entre sí, produciendo un calor de fricción".
¿Destino final para los humanos?
El planeta exterior es
necesario, añadió Barnes, para mantener la órbita no circular del
planeta potencialmente habitable. Cuando la órbita de un planeta es
circular, la fuerza gravitacional de su estrella anfitriona es
constante, por lo que su forma no cambia nunca, y no hay calentamiento
de marea.
Y así, concluyen los
investigadores, cualquier descubrimiento de planetas del tamaño de la
Tierra en la zona habitable de estrellas pequeñas y antiguas debe
seguirse en busca de planetas acompañantes externos que podrían mejorar la oportunidad del mundo interior para acoger vida.
El efecto combinado de la
tectónica propia del antiguo planeta y el calentamiento de marea
generado por el compañero exterior, dijo Barnes, podría permitir que tales planetas acojan algunos de los hábitats de superficie más longevos en
el universo. "Tal vez en un futuro lejano, después de que nuestro sol
ha desaparecido, nuestros descendientes vivirán en mundos como estos".