Hijos no deseados
Lo ideal es que un niño venga al mundo cuando es llamado por la mente y por el corazón de sus padres. Pero muchas cosas en la vida no funcionan de forma ideal. Una buena parte de los embarazos no son planeados. El resultado es que muchas personas inician sus días en medio de una total o parcial ausencia de sentido para su existencia.
El aborto, aún hoy en día, es una opción que rechazan varios sectores de la sociedad. En esos casos, la decisión de dar lugar a una nueva vida está mediada principalmente por el deber moral, pero no por el afecto o el anhelo. Las consecuencias pueden ser graves.
Deseo y construcción del deseo
Es posible que algunas madres y algunos padres no quieran tener un hijo en un momento dado de la vida. Si una gestación tiene lugar en esas condiciones,
existen dos alternativas: o esos padres reprimen, sin éxito, su rechazo al nuevo ser; o entran en un proceso de replanteamiento de sus expectativas y logran construir un deseo, en función de nuevos afectos que se despiertan.
Si el padre, la madre, o ambos
no logran aceptar la existencia de un hijo, pueden optar por abandonarlo literalmente, o por reprimir sus sentimientos y entender la situación como una imposición del destino. El hijo será para ellos un intruso, aunque acepten tenerlo y criarlo.
Lo más frecuente es que
en esos casos el niño crezca en medio de grandes privaciones afectivas. Sí, le dan la comida, pero sin amor. Sí, le dan el techo, pero se siente un extraño en su hogar. La represión nunca tiene éxito. Los sentimientos reprimidos siempre retornan, aunque generalmente vestidos con otro ropaje.
Por eso también
muchos padres que no han deseado a sus hijos se vuelven extremadamente celosos con ellos. No quieren ni que los toque el aire. Los perciben como personas que pueden ser destruidas fácilmente, precisamente porque sus lazos de afecto son extremadamente frágiles.
Cuando un hijo no es deseado, difícilmente sus padres buscarán tiempo de calidad para compartir con él. Jugar será para ellos una pérdida de tiempo. Y cada ocasión para conversar les resultará incómoda, tensa. Sienten que “no tienen nada que decir”.
Las consecuencias
La distancia emocional de los padres deja fuertes huellas en las personas.
Aparece una convicción interior de que “algo falta”, como si existiera una pregunta latente, pero no las palabras para formularla.
A los hijos no deseados les será muy difícil construir relaciones sanas de afecto en su vida adulta.
El amor tiene un idioma que desconocen. No saben cómo descifrar sus códigos y mucho menos cómo construirlos. Les cuesta mucho necesitar y ser necesitados. Una relación afectiva puede resultarles asfixiante: es una defensa contra la intimidad de la que no conocen nada.
Normalmente oscilarán entre la egolatría y profundos sentimientos de inferioridad. No saben cómo se encuentra el equilibrio de una autoestima saludable. Por eso
lo más frecuente es que eludan por completo el conflicto con sus pares y superiores, o no hagan más que generarlo. Repiten incesantemente la ruptura que significó su presencia en el mundo.
Una persona con estos antecedentes necesitará ayuda para sobrellevar esos abismos de amor que habitan en su corazón.
El paso más importante es que reconozca que su malestar no depende de quién es, sino de las circunstancias que dieron origen a su ser. Y nunca es tarde para tener una conversación sincera con los padres.
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