Te espero
en la última hora de la tarde
con el deseo de besarte
destrenzar tus cabellos en el aire.
... Y te quiero
con mi último amor entretejido
en la sombra del sauce.
Esta es la hora azul
de mi ventana,
y aquella es la campana
de mis tardes.
Todavía
puedo cantar tu lejanía
con la misma ansiedad
de aquellos días disueltos en mi infancia.
Todos mis días fueron
como murciélagos
ciegos;
fueron como voces
gritadas en el agua;
lo mismo que canciones
no escuchadas.