A
Aunque nunca mi cariño
tenga el premio de tus besos,
aunque nunca mis palabras
tú las sientas en mi pecho,
yo igual he de quererte
sin palabras y en silencio,
porque te llevo en el alma
como si fueras un sueño,
como si todo lo tuyo
se adormeciera en mi pecho.
Benditas las horas
que me traen tus recuerdos,
cuando a solas, en mi cuarto,
sin mirarte, yo te veo
en ese viajero inconsolable,
que se llama pensamiento,
que te sigue a todas partes
para cubrirte de besos,
porque tú me has enseñado
a quererte desde lejos,
con el alma y con el cuerpo.
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