"Mis manos se pierden en tus pechos, desfilan por la profunda vastedad de tu cintura, describen circulos de luz en las columnas ancestrales de tus muslos moldeados a cincel y pasión por la vida de las vidas.
Mi lengua te navega, te prende, te apresa, se adueña de tu recuerdo como se adueñan los cantos de la primavera, desfila milimetricamente por el banquete de tu piel, reconociendo, degustando cada uno de tus femeninos sabores, de tus concupiscentes escencias. mis ojos no... necesitan verte, te conocen atávicamente, desde hace una y muchas vidas, desde hace una y mil carreras, estás grabada con fuego en mis retinas, es por eso que no logro hacerte un rincón en medio de los fantasmas del olvido.
Te transito mil veces por mil esquinas redondas y tu voz siempre me lleva al fondo del vértice más intenso de mi lujuria campirana, canto de sirena absurda, que me envuelve en sus jadeos y gemidos, como llevandome, arrastrandome, perdiendome en ese sitio donde las palabras son inecesarias, donde solo importan los sonidos sordos que se tienden sobre las sábanas.
Y al fin, de todos los rincones, me invade hasta las sienes tu aroma, de selva profunda, de muerte en silencio, de placer arrogante, ese perfume que me recuerda que más allá de tu piel solo existe la nada, que me sabe señalar de forma ineludible el regreso hasta tu sexo , que delata tus humedades delictivas y me convierte en perpetrador de la lujuria.
Cuando entro en ti olvido que el infierno está en la tierra, deja de importarme el mundo que existe mas alla de estas cuatro paredes, de estos cuatro tiempos, de estos cuatro gemidos, cuando desfilan mis dedos por tus nalgas de alabastro, dejan de existir los límites de mi pensamiento, te creo y me destruyo con cada poro que recorren, como un ritual infinito de lujuria, reviviendo, siempre más fuerte, sólo para encontrarme con la muerte que se desprende de tu ausencia..."