Oigo el susurro de tu voz en mi oído mientras tu lengua acaricia la piel estremecida del lóbulo. Tus manos no pueden estar quietas, necesitan aferrarse a algo. Buscan desesperadas para encontrar por fin su destino, un músculo cálido y firme dispuesto a estallar. La pasión se desata, los dedos apartan y gritan reclamando la atención de una boca que comienza el descenso guiada por la llamada de ayuda. Una estela húmeda y tibia surca mi pecho, se detiene en mi ombligo y socorre a la mano desplazándola. Los dos músculos entran en contacto dentro de la caverna, uno cada vez más hinchado por la sangre recogida, el otro tierno, acogedor, sensual, rodea, mima, acaricia y excita. El fin está cerca, el paladar se prepara... comienza a notar los espasmos, los labios intentan abarcar todo el conjunto. La lengua se detiene, recibe el choque, la garganta lo desplaza hasta el abismo, los labios amortiguan los impulsos, el músculo se relaja, tu lengua acaricia orgullosa,… y todo vuelve a la calma.
JOHAN