El cuerpo tiembla de punta a punta, es hoja azotada por los vientos. En los oídos, ensordecedor trueno, las manos se retuercen, desesperadas se abren, paren versos que se marchitan y mueren.
Las piernas se desploman, no obedecen. Y como si nada ocurriera, respiro profundo… – No es nada, no es nada, repito. – Solo una vieja y ajada agenda. Una voz certera desgarra mi pecho.
Deseo, lujuria, amor, apego existencial. ¿A quién demonios le importa? Si mi naturaleza es pasional y emocional ¿A quién demonios le importa? La diferencia entre un hombre y un árbol, entre una piedra y un corazón herido, si pareciera ser tan mínima e insignificante…
A pesar de la vaguedad de cualquier cuestionamiento, el péndulo no se detiene, enfebrecido remece cimientos, y en un instante único y trascendental, los extremos por milésimas de segundos rompen los silencios, se tocan…
Al fin logro ser, el todo y la nada, cuando la conciencia grita y la nota emitida se hace polvo oscuro sobre las blancas hojas para perdurar eternamente.