Ahora que no te tengo materialmente aquí, el recuerdo tuyo me entra en mí por aire que respiro. Al refrescarme te saboreo en esa tan agradable sensación del agua nos baña al compás del tiempo.
La sonrisa de nuestros labios y el lenguaje de nuestros ojos dicen dichosos, que estamos ebrios de pasión y necesitados de mirar el corazón amado.
Las palabras, surgidas de mi alma dicen que deseo a tus brazos, esa llama de fuego de tu mirar enamorado y el tenue roce tu boca cerca de la mía. Al pasear sintiendo ese aroma mezclado de jazmines y dama de noche, decorado en el terciopelo de la noche, bajo un cielo estrellado y con una como testigo de nuestro querer.
De día paseo entre esos mismos naranjos, y me descubro como miro mi sombra y pienso que eres tú. Luego, si veo que riegan las plantas, las siento como tus bellas lágrimas de mujer enamorada.
Por las mañanas me despierto, te siento en mí, conmigo y doy gracias al Señor por renovar nuestro amor, con cada amanecer, por recordárnoslo durante el día y confirmarlo siempre antes de dormirnos.
Y contigo siento un arco iris de emociones compartidas, de pensamientos que intercambiamos mutuamente y hacemos nuestros, sean originarios de uno u otro.
Cierro los ojos nos veo juntos, te veo conmigo, por dentro y por fuera. Y me siento en ti, parte de cada momento y en toda situación, eso es lo que me grita el corazón.
Tu recuerdo, te trae y conmigo estás, voy donde vas y en ti soy, contigo estoy. Y te siento y te oigo y digo que este querer tan hondo es un regalo del cielo.