Hambriento de tu cuerpo mi cuerpo desespera, sedienta de tus besos mi boca siempre está y te siento tan lejos, adorada quimera, y no tengo las alas que me lleven allá.
Languidece mi alma recordando el cariño que endulzó nuestras vidas con generosidad y al evocar tus muslos blancos como el armiño la enervante lascivia me llena de ansiedad.
Tu frente coronada con trigales preciosos te dan marco de reina del placer y el amor y en el mar de tus ojos, navegando animosos, van los míos buscando alivio a su dolor.
El dolor de tu ausencia me destroza y devora, agoniza mi alma, harta de soledad, y esperando con ansias a que llegue la aurora, son mis noches tan largas como la eternidad.
Como la endeble brizna que el céfiro acaricia o como el arrecife que baña el ancho mar, así quiero sentirte en ocasión propicia y amarte dulcemente en la noche lunar.