Alabado sea Jesucristo…
Iba Don Bosco caminando por el
centro de Turín, cuando tres conocidos suyos le salieron al paso y le
pidieron ansiosamente que les dijera qué número deberían jugar cada uno
para salir premiados en una lotería. Sin inmutarse el santo les
respondió de inmediato: Jueguen estos tres números: el diez, el cinco y
el catorce. ¡La suerte es segura! Cuando, satisfechos por la indicación
de quien sabían tenía el don de clarividencia, ya se iban a despedir,
Don Bosco añadió: Voy a explicarles mi adivinación: el número diez son
los mandamientos de la ley de Dios, el cinco, los preceptos de la
Iglesia, y el catorce, las obras de misericordia. Jueguen siempre estos
números y serán afortunados en esta vida y en la otra.
Frente a la vida eterna que nos
espera, es de tremenda importancia no perder el camino que conduce a la
dicha sin fin con Dios. Jesús dijo claramente: “¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero –¡la lotería!– si pierde su vida
(eternamente)?” Es una verdad simple de nuestra fe, pero hay vivirla en
día a día. Que esta luz oriente hoy todas tus tareas.
¡Buenos días!
El llamado de Dios
Para cultivar una buena
disposición hacia el llamado de Dios, es fundamental el espíritu de
oración. La piedad popular ha representado a la Virgen en oración,
cuando recibe la embajada del ángel. Es indudable que Nuestra Señora
guardaba un recogimiento habitual, tenía un espíritu de oración que la
dispuso a recibir el mensaje divino y a aceptarlo.
Señor Jesús, te pedimos por los
muchachos y chicas que invitas a seguirte de cerca; haz que sean capaces
de desapegarse de las cosas de este mundo y abran su corazón a la voz
que los llama.; que sientan el coraje de dedicarse por toda la vida, con
un corazón no dividido, a ti y a la Iglesia; que crean que la gracia
les dará la fuerza para tal donación y vean la belleza y la grandeza de
la vida sacerdotal, religiosa y misionera. Haz, Señor, que los jóvenes
sepan acoger con coherente aplicación las exigencias del llamado para el
sacerdocio y para las otras formas de vida consagrada; bendícelos con
la misericordia infinita de tu corazón. Amén.
Para percibir el llamado de Dios
es preciso tener esa orientación habitual hacia lo divino, saber
escuchar la voz del Señor en medio de los afanes de la vida diaria, y
después contestar, como María, con un «Hágase en mí según tu palabra».
La oración que te ofrezco hoy ha sido redactada por el Papa Juan Pablo
II, recientemente canonizado.
Enviado por el P. Natalio
Sagrado Corazón
de Jesús. Mil gracias por concederme un día más para adorarte y
servirte. Hagamos como decía San Agustín: Señor a tí sólo busco, a tí
sólo amo y tuyo quiero ser. Mi único deseo es conocerte y amarte. (Sol
1,1). La mies es mucha y pocos son los obreros para recogerla. El
Señor dijo: Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo
los consolaré (Mt 11.28). Es la palabra de Dios. Alabado sea
Jesuscristo. Amén. Yo dibulgo cada día Pequeñas Semillitas, con el
vehemente deseo de que se propague la Fe, en el Sagrado Corazón de
Jesús y suplico a todos los creyentes y no creyentes , que pidan al
Señor Jesuscristo en oración, que no haya más guerras ni hambre en el
mundo, ni atentados terroristas, ni políticos de guante blanco y
reine la Paz, así cómo el amor, en todos los rincones del Orbe. Así
sea. Detente, el Sagrado Corazón de Jesús, está conmigo. Casimiro
López